Todos hemos escuchado alguna vez el popular cuento de “Pedro y el lobo”. Después de falsos avisos y bromas, el lobo acaba llegando y haciendo lo que hace un lobo. Este cuento se repite una y otra vez en múltiples facetas de nuestras vidas. La agricultura, como no podía ser menos, protagoniza su versión particular de la historia.
Me explico, después de muchos años donde disponíamos de una gama impresionante de fitosanitarios para combatir plagas y malas hierbas, acompañada de una legislación al respecto de lo más permisiva, llegó el lobo.
El lobo no es la PAC (política agraria comunitaria), según la cual no se pueden quemar rastrojos, no se pueden aplicar los fitosanitarios de cualquier forma, hay que gestionar los residuos producidos por los mismos de forma racional y respetuosa con la naturaleza, hay que retirar muchas materias activas del mercado debido a su nocivo impacto sobre el medioambiente, los productos agrícolas tienen que cumplir con una trazabilidad. Toda esta normativa y su cumplimiento está supervisada por la administración por medio de serias sanciones si fueran necesarias, y si esto no fuera suficiente, ahí están los grupos ecologistas para exigir, cuando menos, el cumplimiento de esta política.
El lobo tampoco es la propia industria agroquímica, que en vista del giro político sufrido por su mercado, ha dejado de invertir e investigar en la creación de nuevos formulados químicos destinados al control de plagas y malas hierbas, centrando sus esfuerzos en cuestiones más lucrativas y menos engorrosas desde el punto de vista político y social.
Si a todo esto unimos el mal uso y abuso que durante muchos años se ha realizado con los fitosanitarios, llegamos al centro del verdadero problema: el lobo o el problema de las resistencias. Hoy día hay plagas de insectos (gusano verde en alfalfa) y malas hierbas (vallico, amapola en cereal) que no somos capaces de controlar por medio de los fitosanitarios existentes en la actualidad. Herbicidas maravillosos y carísimos machacaban el vallico en primavera sin ninguna dificultad, hoy en día el mismo producto a dosis máxima y repitiendo la aplicación varias veces es incapaz de hacer nada. El producto maravilloso se reduce a ineficaz e inoperante, sin embargo, sigue siendo carísimo, o más caro aún, ya que ha perdido toda su efectividad.
Ésta es la situación real en la que nos encontramos, uno de los problemas más serios en la agricultura actual, múltiples resistencias en distintos cultivos a productos fitosanitarios. Sin embargo, y aunque parezca paradójico, la solución está en manos del agricultor y de nadie más, ni administración ni industria.
El agricultor tiene en sus manos una herramienta eficaz, sencilla y limpia para combatir el fenómeno de la resistencia, esa herramienta se llama rotación o alternancia de cultivo. Algunas de las ventajas que nos aporta esta práctica son:
Al sembrar distintos cultivos aplicamos distintas materias activas según cultivo, y evitamos la repetición y desgaste de la misma materia activa o producto cada año porque nos va muy bien.
La rotación de cultivos nos permite combatir ciertas malas hierbas con el simple hecho de cambiar la época de siembra, por ejemplo, si tengo un serio problema de vallico y bromo, (de fuerte implantación en invierno), tomaré la determinación de sembrar en primavera (girasol) donde la presencia de estas malas hierbas es nula o insignificante y no en otoño (trigo).
El rotar también nos da la ventaja de que lo que no podemos controlar en un cultivo quizá no sea ningún problema para los herbicidas de otros cultivos.
En fin, podríamos seguir y seguir con más ventajas de esta práctica de rotación de cultivos y no sólo de índole técnica, sino también referidas a rendimientos y comercialización. Lo que interesa resaltar es que el lobo está aquí, le hemos visto la cara, se llama resistencia y nos ha comido mucha rentabilidad en la cosecha, pero también es verdad, que no tiene porqué seguir siendo así, el agricultor tiene en sus propias manos la solución, una solución que no depende de la política ni de la industria, la solución es la explotación racional de las fincas, y eso se llama rotación.